Confianza & Rendimiento, por Marcial Perez y Ramiro Loguercio
Los ámbitos de entrenamiento constituyen el primer espacio para arriesgarse a aprender nuevas destrezas y tácticas, sin temor a equivocarse sabiendo que el error es parte esencial de esa construcción.
Gobiernos, organizaciones o sistemas económicos caen cuando se pierde la confianza. Sin confianza un grupo de individuos no prospera en un medioambiente plagado de desafíos a la supervivencia.
La confianza es percibida por un ser humano cuando su glándula pituitaria libera oxitocina, también llamada la hormona del amor. Dicho suceso propicia la pérdida del miedo e inhibición, situación que libera y distiende al deportista posibilitando así que se manifieste natural y creativamente, condición indispensable en la búsqueda del rendimiento deportivo.
La oxitocina es una versión moderna de la antigua vasopresina que ya existía entre los animales cientos de miles de años atrás para reducir el temor que la hembra tenía al macho y permitirle así el acercamiento para la cópula. El miedo es capaz de inhibir el rendimiento deportivo, puesto que nuestro cuerpo reduce su potencial cognitivo cuando decide prepararse para escapar, luchar o someterse.
Ninguna de estas reacciones son las que deseamos en nuestros deportistas, y menos cuando se trate de deportes de alta demanda de cognición como los juegos de equipo. Son muchas las acciones que podemos pensar para inducir la liberación de oxitocina. Una palabra de aliento oportuna, una palmada en el hombro, una mirada de respaldo, son todos gestos de tremendo poder para impulsar la emergencia del máximo potencial de un individuo.
Tanto se habla del fluir en una actividad, pero poco se dice de cómo alcanzarla. La confianza es uno de esos factores clave para fluir, esto es, lograr una inmersión absoluta en la experiencia sin que notemos el esfuerzo ni el paso del tiempo. La creatividad que se requiere de ellos tampoco es estimulada en un ambiente de estrés. El creativo se deja llevar por lo que siente y simplemente lo expresa, invocando a sus musas neurales subconscientes que sólo encuentran atajos hacia la consciencia cuando el miedo está ausente.
Antes de comunicar nuestro plan de entrenamiento debemos asegurarnos haber activado a los deportistas para que entreguen su mejor versión, esa que se libera de los juicios y confía en los logros personales, sabiendo que existe en el marco social creado por el líder, una red de contención que lo atajará e impulsará hacia nuevos intentos.
Un buen entrenador no es aquel que solamente pergeña las mejores tácticas y entrenamiento de las competencias técnicas, sino el que es capaz de activar con la creación deliberada de estímulos gestuales, de la palabra y de valores puestos en acción, los máximos recursos cognitivos y emocionales. Un buen entrenador individualiza y da espacio a sus neuronas espejo, todos sus recursos para percibir los estados emocionales de sus dirigidos y saber orientarlos hacia los que más promuevan su expresión cognitiva, emociones positivas y la intervención tranquilizadora de su sistema parasimpático.
Y recuerden que el éxito llama al éxito. Ayudemos entonces con la confianza que induzcamos, a que cada uno construya su pequeño éxito como trayecto indispensable para el gran éxito de mañana.