Cómo enseñar el deporte en la escuela? por Alejandro Orbelli
Planteado este interrogante, que es una cuestión concreta, considero que debemos repensar estrategias para analizar puntualmente ¿cómo tratamos el deporte en la escuela?
La idea no es polemizar sobre métodos y/o acciones que se utilizan en la enseñanza del deporte escolar, pero sí deseo hacer alguna referencia analizando diferentes posturas.
Como se sabe, hay elementos relacionados con el modo de enseñar y los procesos que se producen al aprender, y que han sido de gran preocupación en los docentes del área con preguntas que buscan contestación como ser: ¿Qué manera es la eficaz para enseñar un deporte?, y así abriendo el caminos a distintas respuestas y a nuevos interrogantes como por ejemplo: ¿Existe una propuesta eficaz para enseñar el deporte en la escuela?
Sin caer en reduccionismos, se puede decir que dos son los grandes métodos que se utilizan en la enseñanza deportiva hoy. Las teorías asociacionistas, pensadas fundamentalmente en el producto final, y que han sido las que han dado paso a la aparición de metodologías centrada en la adquisición del gesto técnico.
Reflexionando al respecto, se puede observar como en muchas ocasiones se desvirtúa el objetivo de aprender a jugar, por el de adquirir una habilidad técnica estereotipada, jerarquizando determinados movimientos antes que otros, descomponiendo la totalidad de la práctica deportiva en multitud de destrezas en la mayoría de los casos descontextualizadas del objetivo del aprendizaje.
En esta situación, como docentes adoptamos una postura muy particular, haciendo hincapié permanentemente en el modelo. La idea del modelo a imitar otorga a la explicación y a la demostración un papel fundamental, llevando al niño a que sea un perfecto ejecutante, pues cualquier error puede ser imitado también. Esa actitud dirigista, posicionada desde el saber, centrada en la corrección del movimiento y preocupada por seguir paso a paso la metodología, no le permite al niño contemplar sus posibilidades individuales, ni siquiera interesarse por sus propuestas.
Las dificultades del que aprende son vistas como respuestas inadaptadas en relación a la técnica. La idea es que los errores, las faltas deben desaparecer para dejar paso a la correcta ejecución. En tal caso las intervenciones del docente suelen ser imperativas, como por ejemplo: ¡está mal!, ¡así no!, ¡levanta el codo!, o ¡pasa y corre!, limitando la información a la lógica del experto y no a la lógica del que aprende.
Una mirada diferente se posiciona desde los denominados métodos activos, sustentados por teorías que conciben a las prácticas deportivas como un sistema de relaciones. Partiendo de los intereses del niño, promueven y facilitan su iniciativa e imaginación, permitiendo una pedagogía encaminada a la reflexión de la situación motriz y su lógica interna, dotando de significado a cada propuesta.
Esta propuesta focaliza su atención en el juego como facilitador de aprendizajes, valorando el esfuerzo del alumno sin presionar sobre el modelo técnico, partiendo de la globalidad y de las condiciones reales de juego. Es a partir del mismo que el niño comienza a encontrar sentido de lo que aprende y comprende la necesidad de seguir aprendiendo.
Los gestos técnicos se revelan de las propias situaciones que propone el deporte. Los niños participantes e implicados en la acción deben buscar las soluciones para resolver los obstáculos que se les presentan. Es decir, los requerimientos técnicos aparecerán por una necesidad del niño para resolver una situación, y no por una necesidad del docente.
En esta situación el docente ocupa el rol de mediador, de orientador, disponiéndose a ayudar al niño, orientando la organización de sus esquemas previos en función del aprendizaje de nuevos esquemas que le permitan un mejor desempeño.
Si en la propuesta de los métodos activos lo que el niño aprende son relaciones con su entorno, el papel de la repetición del gesto estereotipado deja de tener sentido, para dar paso a situaciones diversas que favorezcan respuestas adecuadas a entornos diferentes. La aparición del error es comprendido. No como algo malo que debe ser evitado a toda costa, sino como recurso que posee el niño para enfrentarse con nuevas situaciones.
Esta apreciación del error permite generar una corrección diferente. Es así, como desde estas metodologías, el corregir significará estar atentos para guiar al niño hacia las posibles soluciones, diseñando y adaptando situaciones de aprendizaje, que le permitan, al que aprende, recuperar el error como insumo para producir los ajustes necesarios; ya que las formas no adecuadas de solucionar un problema motor no deben permanecer, sino evolucionar.
Estas dos propuestas de intervención. Con sus infinitas posibilidades didácticas, nos ofrecen perspectivas diferentes, con sus infinitas posibilidades didácticas, nos ofrecen perspectivas diferentes de tratar el deporte en la escuela.
A partir de lo expuesto cada uno podrá sacar al respecto sus propias conclusiones, las cuales estimo, servirán como elementos a considerar en función de ir dando las respuestas más adecuadas atendiendo a la idea de una mejor calidad educativa.